viernes, 30 de diciembre de 2011

Sin Título, 39.

Alguien mató a toda esa gente.

De verdad, te lo aseguro. Alguien asesinó a toda esa gente y los únicos que parecen haberse enterado somos nosotros. ¿Que por qué? Eso quisiera saber yo. Tan de repente, tan sin avisar, a bocajarro... Y no fueron pocos, ya lo sabes: una verdadera muchedumbre. Para colmo, fue a plena luz del día, en mitad de una calle, como si nada importara alrededor: sólo la pronta muerte de toda esa gente.

Además, la opinión pública, si es que la hay, guarda completo silencio; nadie parece hacerse eco de tal crimen, de esa masacre: nadie aclama con voces de reprobación la matanza.

...

"Y te aseguro que te escribiré,
te escribiré versos constantemente.
Pero también te prometo que,
por supuesto,
no los leerás ni sabrás de ellos nunca.

Porque los escribiré en el viento de la memoria,
en la brisa de los recuerdos,
en el susurro de la nostalgia sin victoria.

Te los enviaré todos donde nunca,
nunca jamás,
puedas encontrarlos.

Y, si por alguna extraña casualidad,
llegaran algún día esos versos a tus manos,
y llevada por la curiosidad tu alma los leyera,
me encargaría entonces de borrar todos los originales,
prenderle fuego a esta parte de mi vida,
hacer arder, destruir, aniquilar todo rastro
de vida, frustraré todo intento de volver a saber de esto.

¿Que por qué lo hago?
Es muy sencillo: mi alma seguirá escribiendo.
Eso sí; el polvo se comerá esas líneas.
Prometido."


Y así rezaba una de las cartas que se encontraron en el lugar de los hechos. Allí estaba, metida en el bolsillo de uno de los cuerpos inertes, arrugada y agujereada. Pero con las palabras intactas, claras, sentencias que parecen caer como piedras desde el cielo.

¿Qué querría decir el asesinado con estas líneas? ¿Acaso buscó el consuelo del papel en los últimos momentos de su vida? Quién sabe.

Pero te aseguro que alguien asesinó a toda esa gente.

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