domingo, 4 de diciembre de 2011

Disertaciones metafísicas. 1.

Bienvenido, príncipe o princesa, lector que hoy te adentras en la lectura de esta pequeña reflexión. Bienvenido tú, que probablemente hayas leído en alguna otra ocasión el resultado de la apertura de mi alma al papel, y, si es tu primera vez (pues para todo hay una primera vez), anímate y sé capaz de traducir lo que grita algo que está más allá de la biología.

Hoy, esta noche, con esta luna llena brillando en el cielo oscuro, marinera y amarillenta, se me plantea algo sobre lo que quiero discutir contigo. Te pregunto yo: ¿qué es el respeto?

Pues bien, muchos dicen tenerlo, otros afirman practicarlo, otros profesarlo, otros inspirarlo... Y bien, ante esta diversidad de opiniones, creo que será más fácil empezar aclarando qué no es el respeto.

El respeto no es una aptitud; todo el mundo puede tener algún tipo de contacto con él, sea cual sea su condición. El respeto es, pues, una actitud, un acto voluntario que se realiza en la plena consciencia de un individuo. Es, sin duda, algo sobre lo que no se puede dudar.

Ahora que hemos dicho qué no es el respeto, quizá sea hora de aclarar qué es. En mi humilde opinión, que al fin y al cabo es la que estás escuchando tú, agudo lector, el respeto es la admisión de una superioridad externa a uno mismo, la cual suele encontrarse en otro individuo. Por tanto, el respeto implica interrelación, implica un conocimiento mínimo sobre el otro, el prójimo, implica moral e implica sociedad, razón.

Si continuamos este razonamiento, podríamos deducir que el respeto es algo que se consigue; por así decirlo, se "gana", se hacen méritos para procurarlo. El ser superior a alguien en cualquier aspecto, y exonero de toda culpa a todos aquellos que están traduciendo superioridad por pedantería o imposición de una voluntad sobre otra, el ser superior es algo que no se tiene por naturaleza; es esto, sin duda alguna, algo que el humano ha de conseguir por diversos medios.

Dicho lo cual, ¿quién merece nuestro respeto?. Pues querido lector, la respuesta es sencilla: aquél al que puedas considerar tu maestro en algo, aquél del que puedas aprender lo más mínimo. Pero, ¡ah! Cuidado con aquél del que no puedes aprender nada. Porque aquél que no merece nuestro respeto, no merece más que una simple aprobación. Y más aún si el susodicho intenta aparentar que tiene algo que demostrar al mundo. En este caso, el tal humano probará suerte, intentará conseguir el respeto, el incomensurable y envidiable respeto de alguien. Et faites attention, parce que c'est dans ce moment-là que l'individu peut devenir dangereux.

Así pues, y voy finalizando, querido lector, piensa bien quién merece que le mires a los ojos siquiera. Y te aseguro que, una vez que lo hayas reflexionado, te sorprenderás de la cantidad de gente que no merece ni el que los acompañe tu presencia. Gente mísera, gente cuya existencia es apenas un susurro en la totalidad del universo. Gente que, por su actitud, se muestra rastrera, incomprensible, ilógica.

Sé pues, lector contumaz, avispado oyente, capaz de discernir con total claridad este dilema. Libera de tu vida a todo aquél, sea quien sea, que no sea capaz de enseñarte nada. Respira hondo, abre los ojos y sé capaz de mostrar tu desprecio ante aquél que ha caído más bajo que tú. Porque a no ser que busque mejorar, no merece nada. No merece más que el desprecio.

Te exhorto pues a salir a la calle y alabar y respetar a tus maestros así como a odiar a quienes no lo son y no hacen por subir de nivel.

Bonne chance et bienvenu au monde réel.

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