domingo, 4 de diciembre de 2011

Sin Título, 34.

¿Y qué importa todo esto ahora?

¿Y qué si sigo pensando?
¿Y qué si sigo contigo?
¿Y qué si no puedo abandonarte?
¿ Y qué si mi alma es una con la tuya?

La música se volvió agua
marina, pura y cristalina,
sincera, de oleaje breve.

Tu mirada, antaño hermosa,
¿qué fue de tu mirada?
¿Qué fue de aquella mirada chispeante
que cubría tus gestos?

El viento se volvió árido;
¿Sigues ahí? No, ya no.
Hace tiempo que marchaste.
Y, sin embargo, no eres la misma.

Y no echo de menos tu presencia,
no la de ahora, Luna, lacrimosa.

Añoro los días en los que eras tú,
en los que el amor era puro,
claro, sencillo, frágil,
resistente a prueba de bombas.
¿Qué fue de todo ello?...

Por todas esas lágrimas al tiempo
exhorto, lo llamo y requiero,
lo juzgo y lo exonero
de toda culpa, de toda falta.

A mis versos me refiero.

Estos versos escritos con lágrimas de sal,
con sangre y tinta,
con pedazos de alma,
con recuerdos pasajeros e indelebles,
con tu amor, el de antes,
el casto, el de aquella mirada.

Estos versos escritos con dolor,
con la tristeza de la muerte. Frío adiós.

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