lunes, 18 de marzo de 2013

Sin Título, 53.

A la ciudad.


Se despierta la ciudad, se gira perezosa,
navega todavía en el cálido mar
del entresueño, lucha por recuperar
el aliento, se resiste a volver, revoltosa.

Salta entonces, vuela, ríe vigorosa,
juguetea con el tiempo sin pensar
en él. Se detiene a observar
el canto de los pájaros, florecen las rosas.

Ya pasa el mediodía, el ocaso se avecina.
Se va parando la ciudad, va dejando
que los cristales brillen con luz propia.

Cae la noche, el ave del paraíso no trina;
ya se acuesta la ciudad, se va apagando,
vuelve al sueño en el mar, y con ella mi memoria.

jueves, 14 de marzo de 2013

Sin Título, 52.

Viento del norte, en esta noche soplas
con inusitada fuerza; cantando tu canción
corres, vuelas, desapareces, te ahorcas.

¿Qué te ocurre para que en esta estación
de trenes devastada muevas a tu antojo
los árboles y las almas con tu respiración?

Gélido amigo, tú que barres los despojos
de una triste y desolada ciudad;
tú que anhelas capturar los ojos

de la criatura que te arrancó de tu soledad;
tú, que te dejaste caer hasta lo más hondo
por otro instante arrancado a tu mísera verdad;

a ti, níveo compañero, desde el fondo
de mis sombras te pregunto, paciente
como un Buendía en la ancestral Macondo:

¿Qué te han hecho, viento hiriente,
para que andes aullando a la Luna
como yo, cual enamorado demente?

jueves, 7 de marzo de 2013

Sin Título, 51.

Esta noche entono un canto
por todo aquello que ha quedado atrás,
respiración, luz eterna, aguardiente,
sensaciones que van calando, llenando.

Esta noche entono un canto
dulce, una plegaria divina al Dios
de tus caderas, un rezo fervoroso al
universo; pensando, respirando.

Esta noche entono un canto
áspero, una plegaria divina al Dios
de tus silencios, un reproche cargado
de desprecio; va matando, ahogando.

Esta noche entono un canto
con voces de órganos interminables,
de melodías que se entrelazan
como dos amantes en celo,
de acordes que se buscan
como mis manos y tu pelo,
de rugidos graves, de furiosas ventiscas,
de pasión infinita y dulce tormento.


Esta noche entono un canto
por todos los días que han pasado
sin pena y sin gloria; visité un templo
en el que estaba tu efigie; adorando.

Esta noche entono un canto
por esos pájaros dislocados que silban
a medianoche; ¿será la playa
un arenal para el sediento?

Esta noche entono un canto
en el que puedas escuchar con mi voz
las olas que baten en esta orilla,
la sal que la marea arrastra a mi herida.

Esta noche entono un canto
elegiaco, un vino amargo, un cielo
estrellado, un paria, una orilla, la arena;
esta noche soy yo, y es la playa que
mece mi barca, amarrada en tu puerto;
esta noche eres tú y lo que vuela en la aurora.
Este canto de salada memoria lleva,
como mascarón de proa, tu recuerdo, dulce sirena.