domingo, 4 de diciembre de 2011

Sin Título, 33.

Soledad fría y desértica.

Tenebroso, oscuro, inútil
anhelo, búsqueda de algo que no
existe, tortuoso camino hacia
la nada.

Esfuerzo vano por conseguir
aquello que entre los dedos
escapa, que no alcanzarás
ni aunque des tu vida.

Cada suspiro, cada palabra
no eran más que apretones
al puñal que me desgarra las entrañas.

Cada mirada, cada afirmación
dejan tras de sí una huella indeleble,
no se olvidará fácilmente
lo dicho con claridad.

Cada verso en su nombre,
cada minuto en vela,
cada hora,
cada noche,
cada falsa sonrisa son puñales
que destrozan, poco apoco,
lo que queda de este cadáver.

Cada recuerdo, cada foto,
cada añoranza del pasado,
todos ellos no son más que dolor.

Bienvenida locura, adorada amiga,
¿Vienes sola? Adelante, está abierto.
Está abierto el corazón,
abierto en canal,
aún humean los restos.

Cada rincón esconde nostalgia,
dolor, dolor, lágrimas de madera,
salud mental de hierro
suavemente destrozado.

Tocado y hundido, mon ami, la Luna
se olvidó de salir. Las estrellas
la esperan, creen que llegará.

Ilusas.

Piensan que, como todas las noches,
traerá consigo la calma plateada,
pero, ¡ah...!

Esta noche la Luna está escondida,
sola, llorando, partida en dos.
Esta noche, las estrellas brillarán
poco; el cielo nocturno está de luto.

¿Y el Sol? ¿Dónde se encerró?
Está ahogando su sufrimiento
con una cuchilla, desgajándose
las venas, ahora frías y secas.

¿Qué le ha pasado al mundo?
Antaño refulgía con alegría,
ahora no hay más que cuerpos
sin vida, con caras de tristeza,
pechos abiertos y miembros desgarrados.

Ahora esta ciudad está bañada
en sangre, sangre plebeya,
sangre pura e iracunda.

Y qué hacer si ahora se ha ido,
si ha dejado todo esto en soledad,
si la elección no ha dejado lugar a dudas,
si ha preferido cerrar los ojos,
si ha preferido ser feliz en otra parte.

Y qué hacer con esta ciudad,
este campo de batalla,
esta flor marchita,
esta lágrima seca,
estos restos sin vida,
este cielo sin Luna,
este mar sin agua y sin olas,
estos ojos rojos e insomnes,
este pergamino húmedo,
bañado en tristeza.

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