sábado, 28 de diciembre de 2013

Sin Título, 60.

Tú.

Tú, y el invierno, el frío viento
de la ciudad, la lluvia, la soledad
de la calle, de esta podrida ciudad
de la que ya no quedan cimientos.

Tú, y la penosa y salada humedad
que dejas en mi rostro, ya calmado
pese a verte escapar a otro lado
jurando que ya tenemos otra edad.

Tú, y el ansia de echar los dados
y que salga tu nombre, sirena
de aguas bravas, maldita azucena
áspera y amarga, aire inyectado.

Tú, y tu poder de arrancarme la pena
con un soplo de tu sonrisa,
con un murmullo que pisa
mi tristeza, que enfría mi tibia arena.

Tú, y la playa, y esa maldita isla
en la que tantas veces te esperé
y viniste, y tantas veces te aguardé
y huíste, tanta cólera ya sumisa.

Tú, y las veces que te vislumbré
al final de cada noche de sueño;
las partituras que escribo tienen dueño
y este lápiz se seca; tanto te busqué.

Tú, y tu presencia desde el más pequeño
compás hasta la última cadencia,
maldita la hora en que caí en la demencia
de quererte, aun en olvidarte poniendo empeño.

Tú, y tantas veces tú,
y tantas veces me negaré que existes
y tantas veces me engañaré con que quisiste
que todo terminara. Tú, 

y todo aquello que hemos perdido.
Tú, y yo, y lo que ha sido.
Tú, y lo que, aunque me duela, no ha dejado de ser.

domingo, 17 de noviembre de 2013

I met a girl who sang the blues,

and I asked her for some happy news,
she just smiled and turned away.

I went down to the sacred store
where I've heard the music years before,
but the man there said the music wouldn't play.

In the streets the children screamed,
the lovers cried and the poets dreamed, 
but not a word was spoken;
the church bells all were broken.

And the three men I admire most,
the Father, the Son and the Holy Ghost,
they caught the last train for the coast,

The day the music died.

Así que vete, coge ese tren con ellos. No vuelvas nunca.

Y si lo haces, que sea con arena de playa y mi media noche.

"La vie devant soi", Romain Gary

-Monsieur Hamil, pourquoi ne me répondez-vous pas?

-Tu es bien jeune et quand on est très jeune, il y a des choses qu'il vaut mieux ne pas savoir.

-Monsieur Hamil, est-ce qu'on peut vivre sans amour?

-Oui, dit-il, et il baissa la tête comme s'il avait honte.

martes, 30 de julio de 2013

"El extranjero", Albert Camus.

Sí, era la hora en la que, hace ya mucho tiempo, me sentía contento. Entonces me esperaba siempre un sueño ligero y sin pesadillas. Y sin embargo, había cambiado, pues a la espera del día siguiente fue la celda lo que volví a encontrar. Como si los caminos familiares trazados en los cielos de verano pudiesen conducir tanto a las cárceles como a los sueños inocentes.

miércoles, 3 de julio de 2013

Sin Título, 59.

Ciudad abrasada.

Calles arrasadas por un manto
de fuego y cólera, destrozados
los edificios que cruelmente pintados
de dolor esconden su llanto.

Ave pasajera, barcos dorados
de cubiertas raídas, rotas,
gaviotas extranjeras, notas
al aire, sonetos calados, amados.

Coral de medianoche que flotas
entre aspavientos de miel submarina,
ceguera constante, sombra divina,
herida abierta cada recuerdo que tocas.

Brisa despejada, libre de inquina,
de malicia, jazmín de muerte,
blanca arena, en el calor te haces fuerte
contra el pedregal desolado de esta esquina.

Palmera de estrecho tronco, maldita la suerte
que te hizo crecer entre amapolas vacías;
tanto verde, tanto negro, y los días
siguen pasando cueste lo que cueste.

Oscuro canto, brillante elegía
de sal y cilantro, fúnebre es el sino
que te llevó a este bosque sin pinos,
a esta playa sin arena, sin alegría.

Sargazo de vida, reluces de fino
desprecio en este mar tétrico.
Vientre de esquisto, un poema homérico
sobrevuela y esconde mi camino.

Este paraíso perdido, helénico,
tomado por la furia de los dioses;
estas huellas, ese grito que oyes
es mi canto lúgubre, micénico.

Playa en el ocaso, vacía y silenciosa;
corriente fría, ondas en el estanque;
arroyo imprevisto, gélido tormento.
Violenta la tormenta que se llevó
las gaviotas, la arena, las palmeras,
cruel y desgastada, costa pétrea,
coral de medianoche roto y muerto.

Sola queda la playa tras la tormenta,
y, con ella,
mi adiós al barco del amanecer.

Empañado ocaso, solitaria playa,
recorres por última vez tu recuerdo;

Me quitaste mi propia medianoche.

martes, 28 de mayo de 2013

Sin Título, 58.

Eres el nuevo día;
despuntas, sonriente, por encima del mar.

Haces palidecer la noche, ya cruzas
el umbral de irrealidad que es el alba.

Ya empieza la arena a brillar
tímida, cálida, como por azar:

eres mi nuevo día, el agua,
las olas, la inmensidad.

"Dublineses", James Joyce.

Por momentos su nombre venía a mis labios en extrañas plegarias y súplicas que ni yo mismo entendía. Mis ojos se llenaban de lágrimas a menudo (sin poder decir por qué) y a veces el corazón se me salía por la boca. Pensaba poco en el futuro. No sabía si llegaría o no a hablarle, y si le hablaba, cómo le iba a comunicar mi confusa adoración. Pero mi cuerpo era un arpa y sus palabras y sus gestos eran como dedos que recorrieran mis cuerdas.

jueves, 23 de mayo de 2013

Sin Título, 57.

Crónica de un sueño idílico.

Cerca, cerca, cerca, cerca,
Poco a poco se desvanece el entresueño
en el que te encuentro; cojo tu mano
y admiro tu cabello.

No puedes huir, con la otra mano rodeo
tu cadera. Siento ya ese aroma que predice
la pérdida inequívoca de la razón;
me acerco a tu pelo y de tu cuello lo aparto.

Ya sin freno acerco mis labios
hasta sentir cómo tratas de revolverte,
(inconscientemente)
te abandonas a mis brazos,
(ya no eres tú)
noto el pulso bajo tu piel ardiente
(ya no soy yo).

Sin embargo, te dejo desde atrás
y te doy la vuelta; me paro un segundo a escuchar
la música que escapa de tu media sonrisa.

Me pierdo entre tu cuerpo y te sostengo
el mentón; me miras, fijamente;
cierras los ojos;
cerca, cerca, cerca, cerca.

Tu respiración es música,
muy cerca.

Sin Título, 56.

Siento en el pecho una presión, una inquietud
por verter en estas hojas parte de mi alma,
noto que tu imagen, nítida, da alas
a este lápiz. Esta noche, mi poesía eres tú.

Entra por la ventana un crudo alud
de estrellas apagadas, ya la calma
acaba, despacio, con aquella lejana llama.
Apenas recuerdo si brillaba esa luz.

Esta noche desato y libero mi deseo
por encontrarte en estas líneas; escondida,
como siempre, dejándote ver apenas.

Te hallo y te admiro, en tus ojos veo
esa luz, esa cascada, esa gloria perdida.
Mis manos, ciegas, no se sueltan de tus caderas.

sábado, 18 de mayo de 2013

Sin Título, 55.

Canción con la que bajaré a la playa.

Grabados tengo, con lacre carmesí,
tus labios; en mi mente, perdidos
en una tormenta de arena, escondidos
entre el agua, en lo más hondo de mí.

Espolvorean sal donde me herí,
piedra rasgada, gestos vendidos,
arroyo que discurre en un bosque de lirios;
tus malditos labios no quieren salir de aquí.

Me acerco lenta, peligrosamente,
a la playa que fuiste, aún virgen;
ya huelo ese aroma a sal y a despedida.

El viento empieza a soplar, levemente
me pongo de pie y respiro. Dicen
tus labios que ahora sabes a bienvenida.

martes, 9 de abril de 2013

Sin Título, 54.

La montaña se recrea en esos prados verdes 
que la surcan; poco a poco su verdor
hace florecer, quieto, un resplandor
que va llenando los huecos agrestes;

Vive entonces, en la montaña, una suerte
de dicha edénica, de divino fervor,
el alma de la roca se funde al calor
de las flores, se desvanece la muerte.

Llorando va la montaña, buscando
su prado verde, ese nogal a medio caer,
esas flores, ese calor, esa brisa musical;

Busca la montaña. No encuentra, temblando,
ese fuego que la haga retroceder,
ese viento, esa cascada negra, irreal.

lunes, 18 de marzo de 2013

Sin Título, 53.

A la ciudad.


Se despierta la ciudad, se gira perezosa,
navega todavía en el cálido mar
del entresueño, lucha por recuperar
el aliento, se resiste a volver, revoltosa.

Salta entonces, vuela, ríe vigorosa,
juguetea con el tiempo sin pensar
en él. Se detiene a observar
el canto de los pájaros, florecen las rosas.

Ya pasa el mediodía, el ocaso se avecina.
Se va parando la ciudad, va dejando
que los cristales brillen con luz propia.

Cae la noche, el ave del paraíso no trina;
ya se acuesta la ciudad, se va apagando,
vuelve al sueño en el mar, y con ella mi memoria.

jueves, 14 de marzo de 2013

Sin Título, 52.

Viento del norte, en esta noche soplas
con inusitada fuerza; cantando tu canción
corres, vuelas, desapareces, te ahorcas.

¿Qué te ocurre para que en esta estación
de trenes devastada muevas a tu antojo
los árboles y las almas con tu respiración?

Gélido amigo, tú que barres los despojos
de una triste y desolada ciudad;
tú que anhelas capturar los ojos

de la criatura que te arrancó de tu soledad;
tú, que te dejaste caer hasta lo más hondo
por otro instante arrancado a tu mísera verdad;

a ti, níveo compañero, desde el fondo
de mis sombras te pregunto, paciente
como un Buendía en la ancestral Macondo:

¿Qué te han hecho, viento hiriente,
para que andes aullando a la Luna
como yo, cual enamorado demente?

jueves, 7 de marzo de 2013

Sin Título, 51.

Esta noche entono un canto
por todo aquello que ha quedado atrás,
respiración, luz eterna, aguardiente,
sensaciones que van calando, llenando.

Esta noche entono un canto
dulce, una plegaria divina al Dios
de tus caderas, un rezo fervoroso al
universo; pensando, respirando.

Esta noche entono un canto
áspero, una plegaria divina al Dios
de tus silencios, un reproche cargado
de desprecio; va matando, ahogando.

Esta noche entono un canto
con voces de órganos interminables,
de melodías que se entrelazan
como dos amantes en celo,
de acordes que se buscan
como mis manos y tu pelo,
de rugidos graves, de furiosas ventiscas,
de pasión infinita y dulce tormento.


Esta noche entono un canto
por todos los días que han pasado
sin pena y sin gloria; visité un templo
en el que estaba tu efigie; adorando.

Esta noche entono un canto
por esos pájaros dislocados que silban
a medianoche; ¿será la playa
un arenal para el sediento?

Esta noche entono un canto
en el que puedas escuchar con mi voz
las olas que baten en esta orilla,
la sal que la marea arrastra a mi herida.

Esta noche entono un canto
elegiaco, un vino amargo, un cielo
estrellado, un paria, una orilla, la arena;
esta noche soy yo, y es la playa que
mece mi barca, amarrada en tu puerto;
esta noche eres tú y lo que vuela en la aurora.
Este canto de salada memoria lleva,
como mascarón de proa, tu recuerdo, dulce sirena.