Ah, el suave murmullo de la locura en los oídos, el dulce aliento de la pérdida de razón, el tierno descontrol mental.
Nada hay como sentir que se va perdiendo poco a poco la capacidad de razonar, la capacidad de pensar en positivo, o, sencillamente, de discernir con claridad.
Ah, el insomnio, la soledad, la desesperanza.
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