jueves, 15 de julio de 2010

Sin Título, 21.

Reste tranquille, tu dois sentir la calme autour de toi.

Maintenant, ferme tes yeux noires.
Ferme tes yeux et imagine toi.

Ah, mon amie, maintenant, tu connais qu'est-ce que je pense.

Sin Título, 20.

Eras una ilusión.

Eras poesía, eras soneto,
eras luz, alegría,
eras ardiente sofía,
eras profundo respeto.

Eras la brisa de primavera
que mi rostro acaricia
sin pausa pero sin prisa
la vida, contigo entera.

El reflejo de tu rostro, en el mar,
me hace pensar en mi futuro
que se ve oscuro
pero junto a ti, nada es fatal.

Porqué andar doblegado, triste, encogido,
si cada vez que te veo pasar
se ilumina mi mirar
y tu palabra no aguanto, ni aun socorrido?

Porqué sólo pienso en ti, etilizado,
e incluso yendo normal
de mi mente no caes, ni yendo mal
me olvido de estar enamorado?

Sólo con tu amor me muevo
y con tu perdón respirar puedo,
pero decirte que estés roja no mal quedo,
lo siento preciosa, pero tu sueño velo.

Sin Título, 19.

Y es que tu inspiración era como un imán.

Hace ya tanto...¡Quién lo diría! y esque tu llamada era querer,
era poder,
era y fue el ver más allá de este día.

Como aquel que paso a paso anda hacia el Sol,
como aquel que de tanto buscar se cansa
pero sabe que al fondo está su causa
y va hacia ella, la luz de un farol.

Eran sus gestos un fluir de ideas,
una emoción, un sentimiento,
el mostrar sin arrepentimiento
aquello que da sentido a las vidas.

Qué eran sus manos sino ternura,
caricia dulce, poesía breve,
versos cortos que en su poder tienen
las duras llaves de la amargura.

¿Su pelo? Oscuro azabache, pienso.
Liso, etéreo, fugaz, eterno,
instante de pasión, envuelto
en llamas negras de frío tenso.

Ah, sus ojos, aquellas perlas negras que esconden
todo cuanto no ha de mostrarse,
sino de lejos admirarse
y sin prisa esperar a que ellos hablen.

¡Ah, condena, perpetua cadena,
cálido sosiego, paz al inquieto!
Desde aquí, ¿qué se ve? ¿dos estrellas? No, demasiado bellas. ¿Una promesa? Quizá, tu horizonte lo revela.

No son ni más ni menos que tus labios,
malditos, que llevan mi razón,
sirena de Ulises, dulce comezón,
me aspiran el alma que una vez los vio.

Placentero conocimiento de la pérdida del control,
dejarse llevar por el torrente de tus besos,
creerme presa de la corriente de tus dedos,
no hacer nada por dominar la situación.

Locura, calor, melodía pura,
el sabor del placer,
conquistar de una carretera hasta el arcén,
como si mi piel heroína supura.


Valiente cadencia, indispensable ahora,
el rimar se acabó donde ella mora,
pues la propia poesía allí se aloja,
lejos del dolor, se la trae floja.
Ven conmigo, deja de ponerte roja,
no te alejes ahora que la guerra está coja,
ahora que la victoria es sabrosa,
ahora que de fondo suena Mozart,
no te vayas ahora y ven sin demora,
hagamos que la llave de la habitación se esconda,
que la Luna no se acueste, y el Sol se ponga,
que nuestras manos se encuentren con la justa ropa,
que la noche no acabe, y que los besos sean horas.

Sin Título, 18.

Fue sólo un arreglo que debía sonar bien.

Se convirtió en algo que se escapaba de las manos, un grito desgarrador que partía cuerdas de violines en grandiosos agudos.

Sin embargo, era placentero, era como escuchar la obra sin arreglar, sin modificar, libre y salvaje, soñadora, suave y dulce, brillante.

Sólo el mero hecho de existir daba sentido a todo a su alrededor, sin esa melodía nada habría sido lo mismo.

Las cosas cambiaban.

¿Quién diría que de aquella pequeña cadencia nacería una sinfonía?
Todos aquellos sonidos, vibraciones, todo lo que sucedía, todo cuanto existía.

Era hipócritamente bello, era una variación, un nocturno, una fantasía.
Simple pero demoledor, irresistible.

¿Y qué ha sido de todo eso? ¿Cómo se ha llegado a este punto? Ya sólo se escucha un leve rumor, un piano grave que desgrana notas melancólicas sobre un suelo árido, bajo un techo de estrellas frías.

¿Volverá? La sinfonía partió.

¿Volverá?...

Sin Título, 17

Es lo que es, no lo que fue o lo que será.

Es ni más ni menos que eso mismo.

Es la gota fría de rocío que cae lentamente de una hoja, al alba, tras una noche de tormenta.

Es el conjunto de ondas en un lago calmado que deja un piedra al caer, mientras tu propio reflejo observa el fondo.

Es un acorde que te reconcome el alma, es una variación sorprendentemente menor de un tema mayor, grave y lenta.

Es el coral en la tiniebla, la ola que arrastra la arena.

No es lo que fue, un mar furiosamente calmado, una lluvia, una cadencia, un susurro a voces.
No es lo que será, una calma muerta, la tensión del vacío, un arpegio que en silencio recorre escalas nonatas.

Es sencillamente lo que por definición es, no lo que debe o debiera ser, sino simplemente eso. Es ser, estar y parecer.
Idea, pensamiento, sensación. Todo vacuo. Eso está por encima.
Es más grande.

Es lejano.

Fragmento.

Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en un mundo tan singular
que el vivir sólo es soñar,
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte -¡desdicha fuerte!-:
¡que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece,
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que agana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñe que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida?Un frenesí.
¿Que es la vida?Una ilusión,
una sombra, una ficción;
y el mayor bien es pequeño,
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Sin Título, 16.

Lo prometido es deuda...

Porque, efectivamente,
hace cosa de un mes
que no duermo en condiciones;

Porque, efectivamente,
echo de menos algo que abrazar en mi cama
cuando cierre los ojos por fin.

Porque, efectivamente,
ya no tengo a nadie a quien saludar
por las mañanas al despertar.

Porque, efectivamente,
la cadencia ya no acaba en mayor,
sino en un rabioso menor.

En efecto, te echo de menos.

Porque, efectivamente,
el Sol ya no acaricia mi piel
como antaño lo hacía;

Porque, efectivamente,
los desvelos de madrugada
dejaron de ser dulces.

Porque, efectivamente,
la melodía alegre y eufórica
se ha tornado melancolía.

Porque, efectivamente,
mi alrededor suena vacuo y frío
si no oigo tu llamada.

En efecto, te echo de menos.