jueves, 7 de marzo de 2013

Sin Título, 51.

Esta noche entono un canto
por todo aquello que ha quedado atrás,
respiración, luz eterna, aguardiente,
sensaciones que van calando, llenando.

Esta noche entono un canto
dulce, una plegaria divina al Dios
de tus caderas, un rezo fervoroso al
universo; pensando, respirando.

Esta noche entono un canto
áspero, una plegaria divina al Dios
de tus silencios, un reproche cargado
de desprecio; va matando, ahogando.

Esta noche entono un canto
con voces de órganos interminables,
de melodías que se entrelazan
como dos amantes en celo,
de acordes que se buscan
como mis manos y tu pelo,
de rugidos graves, de furiosas ventiscas,
de pasión infinita y dulce tormento.


Esta noche entono un canto
por todos los días que han pasado
sin pena y sin gloria; visité un templo
en el que estaba tu efigie; adorando.

Esta noche entono un canto
por esos pájaros dislocados que silban
a medianoche; ¿será la playa
un arenal para el sediento?

Esta noche entono un canto
en el que puedas escuchar con mi voz
las olas que baten en esta orilla,
la sal que la marea arrastra a mi herida.

Esta noche entono un canto
elegiaco, un vino amargo, un cielo
estrellado, un paria, una orilla, la arena;
esta noche soy yo, y es la playa que
mece mi barca, amarrada en tu puerto;
esta noche eres tú y lo que vuela en la aurora.
Este canto de salada memoria lleva,
como mascarón de proa, tu recuerdo, dulce sirena.

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