jueves, 14 de marzo de 2013

Sin Título, 52.

Viento del norte, en esta noche soplas
con inusitada fuerza; cantando tu canción
corres, vuelas, desapareces, te ahorcas.

¿Qué te ocurre para que en esta estación
de trenes devastada muevas a tu antojo
los árboles y las almas con tu respiración?

Gélido amigo, tú que barres los despojos
de una triste y desolada ciudad;
tú que anhelas capturar los ojos

de la criatura que te arrancó de tu soledad;
tú, que te dejaste caer hasta lo más hondo
por otro instante arrancado a tu mísera verdad;

a ti, níveo compañero, desde el fondo
de mis sombras te pregunto, paciente
como un Buendía en la ancestral Macondo:

¿Qué te han hecho, viento hiriente,
para que andes aullando a la Luna
como yo, cual enamorado demente?

No hay comentarios:

Publicar un comentario