miércoles, 11 de enero de 2012

Sin Título, 40.

Y que caiga la noche estando entre tus brazos.

Que la Luna salga y nos pille,
a ti y a mí, princesa,
que nos pille y, con mirada traviesa,
nos deje solos, arena, salitre.

Que las olas nos hagan presa
de un furor desatado,
de una pasión de animal acorralado,
que tu ropa acabe encima de la mesa.

Y si, por casualidad,
el susurro del mar me distrajera,
prometo volver y encontrarte,
dulce isla, pura beldad,
encontrarte a ti, fiel compañera,
prometo volver y a mi cuerpo encadenarte.

Y que esta noche, entre el reflejo del mar
y el fragor de tus ojos,
encontremos, el uno al otro,
el molde perfecto, la cura de espanto,
la verdad, la inocencia, el fin del llanto.

2 comentarios:

  1. Bravo, por fin Pedro Baños Gallego ha dejado que la carnalidad dance por encima de las planicies idílicas y parnasianas que poblaban su poesía, aunque sea solo un poquito.

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  2. Pero sólo un poquito. Además, puedes suponer que esto es absolutamente temporal... Sigo viviendo en el Parnaso.

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