lunes, 3 de marzo de 2014

Quisiera recordarte, querida,

Ahora que no me ve nadie
y que sólo estamos tú y yo:

¿Quién, dulzura de canela,
te va a entender mejor que yo,
que siempre estuve cuando más lo necesitabas 
(y cuando menos lo esperabas)?

¿Quién sino yo, junco de tallo dócil,
escuchó todos y cada uno de los conflictos
que te atenazaban el alma
y te corroían el espíritu?

Ay, princesa, a veces suspiro y pienso
que no es tan difícil la existencia,
sino que nosotros,
ebrios de responsabilidad,
nos negamos el placer de vivir tal y como queremos.

No te dejes caer,
brisa de verano,
en la marisma oscura de la soledad.

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