jueves, 8 de marzo de 2012

Sin Título, 44.


Besoin de respirer.

No puedes ocultarte,princesa,
ni correr, ni esconderte.
¿Cómo vas a lograrlo, si,
a cada momento,
apareces donde menos se te espera?


Te encuentro en el frío viento,
en invierno,
en las tardes oscuras y nubladas
que auguran lluvia sin tormento.


Te encuentro en la espléndida mañana
de primavera,
soleada y con una brisa fresca,
en las flores y su helada escarcha.


Te encuentro en ese aroma a placer
del verano,
en esos crepúsculos eternos en los que
el Sol no termina de esconderse.


Te encuentro, al fin, en las hojas caídas
de los árboles, en otoño,
en ese aire aún caliente que,
ah, me hace recordar tu piel y la mía.


Te encontré en cada grano de arena
de aquella playa;
en cada rayo de aquel Sol
que mi piel abrasaba,
en cada pliegue de las olas
de mi memoria.


Te encontré en cada Luna llena,
en cada noche de estrellas repleta,
en cada rincón oscuro en el que
nos perdíamos,
yo, bohemio, y tú, doncella.


Te encontré y te encuentro
en cada nota de cada pieza,
en cada vals de Chopin,
en cada de Debussy cadencia.


Te encuentro, y te encontré,
y espero seguir encontrándote,
en cada segundo,
y cada minuto,
cada hora larga,
cada momento níveo contigo
y cada instante perdido sin ti.


Y espero, princesa, que dejes a este pobre iluso que,
siendo un plebeyo vil,
se vuelva príncipe a tu lado.

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